Poesía búlgara escrita en español

Diez poemas de Fuga a lo Real, Amargord, Madrid, 2012.

CORAL

COMO EL UNICORNIO EN EL BOSQUE

 

 

Siempre ese progreso. Progreso, progreso, progreso.

 

Hacia las partículas elementales, hacia el control

total y absoluto,

hacia los programas autodesarrollables, hacia el código paralelo,

que /como me escribís/ está inserto en todo gen...

¿De quién entonces es este Gen Nuestro?

¿Qué es lo que recuerdan el agua, el aire, el vacío, el plasma,

la Gran Explosión y la Oscuridad Interior? ¿Qué

recuerda todo y nosotros

olvidamos?

 

Entre libros, ordenadores, dibujos rupestres,

herramientas de la vida y de la muerte,

pirámides, dólmenes, arrabales,

el rugir, Mozart, Bach, el silencio,

Leonardo da Vinci y la ceguera, Miguel Ángel, El Juicio

Final, el miedo, la fe, Dostoievski, el paraíso y el infierno, el Bosco,

lo inalcanzable, la destrucción y Goya, 

la vida, la traición, Shakespeare,

los sueños, los molinos de viento, Botev, la soledad,

el caos, los niños, el bien y el mal, Cervantes,

el pájaro carpintero, los dragones y la lombriz, y Buda

te estalla la cabeza. Qué esfuerzo

 

a recordar.

 

¿A recordar? ¿El  principio y el porvenir? ¿A Max Born, Tutankamón,

Safo, Marie Curie, Aquiles o Héctor, John

Atanasoff, Marina Tzvetaieva, Einstein, Dante, el Rey

Sol, Gógol, Rimbaud, Debelianov, Casandra, Euclides,

Galileo, Lorca, Goethe? Recordar...

Recordar. No, no el pasado,

ni el hoy, ni mañana...  Recordar simplemente

 

lo innombrado.

 

Como el unicornio en el bosque de la memoria y los memoriales

 

me adentro.

 

Los periódicos de mañana notifican que según los últimos datos

el Sol no es una estrella excepcional,

única ¿por ahora?, ¿para siempre?

en el Universo.

 

¿Entonces?

 

Me paro en medio de la habitación, en medio del verso.

En medio de la niñez y la maternidad. En medio del prado verdoso

que un hada madrina convirtió en pasto.

En medio de la ciencia que corre a transformarme en un mecanismo

preciso y fácil de reprogramar. En medio de mi especie

que espera que esto se cumpla.

 

Me paro.

 

Bajo estrella sin norte,

mirada sin tregua.

 

¿Qué recuerda todo y nosotros

olvidamos?

 

¿Nosotros?

 

CONCEPCIÓN INMACULADA

 

 

Hemos descifrado la Biblia.

 

Hemos llegado al Principio.

Se ha escrito el verbo.

Empieza el Génesis de la Autorreproducción.

Fabricación controlada y cómoda

en vez de esta incierta, dolorosa

Creación.

 

Y ¿qué creará? el Hijo no-Único,

diseñado a medida

mía y de este mundo,

sin incógnitas gestado,

huérfano de más allá

 

en los vertederos de la inmortalidad.

 

 

GOYA.

LA QUINTA DEL SORDO

 

 

18 robots SWORDS, 18 soldados cibernéticos,

entran este abril en acción. Máquinas de matar autónomas.

Neutralizan al enemigo con una

super ametralladora.

 

El periódico no da detalles. Pero pronto gatearán

por todas las páginas Web.

 

Otra dolorosa pintura negra para la Quinta del Sordo,

el hábitat de nuestro ser.

 

Asmodeas, Aquelarres, interactivos algoritmos

de Fusilamientos del Dos de Mayo y descargas de mamelucos

desde Lasca y Perperikón hasta YONIVERSO,

la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo 

de Sevilla.

 

El átomo humano. Un programa que evoluciona por sí mismo,

desintegrándose a asesino y asesinado.

 

Duelo a garrotazos interior.

 

El sueño de la razón produce monstruos.

 

¿Y el sueño en la razón?

 

 

HILERAS DE LETRAS II

    

 

Hileras de letras, sombras invertidas,

bajorrelieves del impulso.

Traspasan las ondas de espejismos,

las mareas de vacío.

 

Hormigas 

que cargan, aplastadas

bajo la miga de consciente

y la volátil emoción,

 

rápidas, rápidas, rápidas.

¿Dónde corren,

 

dónde agolpan cúmulos,

repuestos, fragmentos

de mí?

¿Dónde

 

me abandonan,

 

donde

me abandonan? ¿Qué

queda?

 

Soterrado.

 

 

 

OTRO TIEMPO

 

 

Los tiempos cambian, se dice, todo

sin nada proponerse muda

y de repente ves, viene otro tiempo con una martenitza[1]

incrustada en la solapa de la gabardina.

 

Los tiempos cambian, se dice,

y preguntarme yo no quiero

si las miradas apagadas cruzará un día

la misma nube emotiva.

 

Tenía cinco años yo entonces

y no lloré con los demás por Stalin.

Corría sola hacia mi casa, con la noticia, corría loca,

por el camino se quedó mi cazadora

y todo era un sueño y verano, y verano...

 

Tenía cinco años yo entonces. ¿Llorar? Ni lo pensaba.

 

Me encerraron en el cuarto de la seda

y con la llave, ardiendo en su mano, mi abuelo,

pensativo, a la fragua se fue.

 

Y entre tiernas luces verdes sumergida

gritaba yo a los pequeños gusanillos: ¡Él

ha muerto! Y ahora,

volverá mi padre.

 

No lo conozco todavía,

pero os lo juro,

será amigo de nosotros y con las hojas de morera

pronto os alimentaremos juntos…

 

¿En ese cuarto

o en los túneles que unen

 y separan tiempos/mundos

yo grito todavía la felicidad y odio oír la sombra?

 

Yo grito.

Y el muro desalmado

golpea compasivo a mi hombro: Parece

que tendré que adoptarte.

 

¿Yo sigo viva después de esto?

¿Y yo soy yo?

¿Aquí, ahí,

ahora?

 

Ahí,

en ese prisma, ese cuarto

emparedado en los tiempos,

entre sombrío clorofilo y celulosa áspera y tosca,

 

aquí,

entre mutantes proteínas,

donde terror y sol

 

los ojos ciegan.

 

 

 

CANCIÓN ÚLTIMA

MIGUEL HERNÁNDEZ

 

 

¡El hombre, oh, el hombre! La divina criatura.

 

Qué mísero, y triste, y hermoso, y único, qué mío.

Me traspasa como si fuera la convulsión febril del Universo,

la incertidumbre en persona,

la asfixia de la felicidad, el último adiós de la vida,

un infinito día soleado con los tobillos voladores de sal y de arena.

Irreparablemente frívolo e impostor, y doliente, peligroso,

devoto como perro labrador,

su propio cuerpo atraviesa y no se da cuenta. No se da cuenta.

Y todo él herida sigue hiriendo. Estoy sangrando yo

y te desangro, mi amor, te hiero, seas quien seas en el latido este, este pulso, esta muerte, gruñido, chapoteo y hervor,

mudez, en donde yo te amo y en sus tormentas el ensueño me voltea.

¿Dónde termina, me pregunto, este soplo, este respiro

tan inmenso, tan imperceptible?

¿Tan frívola y razonable, tan impostora y sangrante, peligrosa,

la única salvación,

a quien vivo y me arrodillo ante él, de bruces caigo y lo miro

más altiva que la alta nube?

¿Quién es él, quién soy yo en el azul de las arterias hinchadas?

El ser humano,

la cabeza agachada en la orilla de las constelaciones raedizas ,

hecho un ovillo, un embrión en la matriz de una lágrima escueta,

el que muere, el que aman

y de quien pasan, pasan, pasan. El alucinado.

Bajo el látigo de las ortigas del vacío.

Mortal, enamorado y confuso…

El infinito que irradia ternura

entre estrellas y la indolencia acelerada,

entre las rozas, las gramíneas, los limoneros florecidos,

y las higueras, el tomillo, los laureles, la bardana,

entre los tamarindos y las lilas,

que van y vuelven, van y vuelven.

 

Mortal, enamorado y confuso…

 

Y mi amor

se queda sin

 

vocablos.

 

 

* * *

 

Tras la cruz y la horca

nos arrastramos

 

miles de años.

 

Y galgos fuimos

que pisan incautos los talones de la desintegración

nuclear.

 

El  desplome de la historia

nos arroja ahora con trueno

en el espasmo del amor.

 

Y no hay más. Y no hay

 

nada más.

 

 

 

* * *

 

 

Pequeñas intuiciones

 

frente a lo lógico e

inmenso.

Brotes de hierba lechosa y traviesa, sigilosa incertidumbre

en el soplo del movimiento browniano.

 

En el caos

numerado, etiquetado y con la Lista de propiedades

oculta.

 

Las flores evaporan el prado

otorgado al éxtasis sin estrategias. Materia

 

confusa e íntima, sin origen conocido,

confirmada en el disco duro del espacio

y descartada de lo posible.

 

¿Salvar todo esto? ¿En la palabra?

Compacta y definitiva.

¿Como sólo lo es

 

el artificio?

 

 

HILERAS DE LETRAS I

 

 

Hileras de letras, pequeñas columnas volátiles,

hormigas omnívoras,

 

agarradas al sentido y el sentimiento.

 

Negras cadenas

¿hacia dónde?

 

Las sombras invertidas traspasan las ondas,

 

los espejos del vacío

¿hacia dónde?

 

Un paréntesis de tiempo en el tiempo.

 

El bucle del verso propaga luz e imagina oscuridades

por los cuatro costados.

 

¿Hacia dónde?

 

Cada vez más rápido cortan los mundos los versoálas de corneja.

 

Hay tanta lejanía

en el soplo de los abanicos negro-blancos

 

¿hacia dónde?

 

 

FOTOGRAFÍA  DIGITAL

 

 

Sentada en un banco en la sombra,

en la plaza empedrada de la iglesia de San Demetrio,

en Sliven, mi patria chica, mi paisaje genético,

siento el sol y el aguacero

de lo que ya ha pasado, de lo que pasará.

Aunque nunca pudo ser pronunciado mi amor

y tampoco mi amargura,

las nubes, los árboles, las blancas paredes de las casas de antaño,

los nuevos edificios de cristal y plásticos inteligentes,

las pequeñas flores que burlan el pavimento,

los sobresaltados pájaros del horizonte,

los transeúntes y los ausentes

silabean su fervor sin darse cuenta.

Solo que la piel de la vida y de la muerte se eriza.

Y entonces, el aire sopla levemente

y apacigua el paisaje.

 

[1] Un amuleto de hilos blancos y rojos que se lleva en Bulgaria en marzo para conjurar la buena salud, la alegría, la belleza y la abundancia.