Tarde se aprende el oficio del llanto
El poeta catalán, Mateo Rello, nos canta sobre los que se besan en la muerte.

Desmembrado por los siglos por Aldo Vásquez
Historia natural del llanto y la sonrisa
Mis lágrimas son perlas que caen al mar.
“Ansiedad”, Chelique Sarabia
1. Se llama hipotálamo
Bajo la cama de los que se aman:
tanto es su secreto, y es tan delicado: su nombre
ahí lo oculta, como en el cerebro
discurre, cardinal, por debajo del tálamo.
2
Tanto es su secreto como son evidentes
su regulación, su paroxismo: los decretos
que maquina en la sombra
van al día vital, se manifiestan
en la luz de la piel, pero son un misterio
los gestos que los muestran.
3
Su fábrica viene detallada
en manuales y los niños doctores
hablan de aminoácidos, de péptidos
y otros licores lunares.
Alquimista
depuesto por la química, ni él recuerda ya
cómo fraguaron sus declinaciones.
4
Cuándo aquel casi mono, casi hombre,
ante el intruso o los aliados,
precisó más la mueca,
mitad saludo y advertencia.
Cuándo pasó de exhibir dentadura
al gesto modulado, raro y rico
de sonreír.
5
¿Ya señalaba y ya decía?
Pero cuándo al agua, las proteínas y las sales
sumó la leucina, que alivia la pena,
cuándo el cerebro le reclamó más sangre,
oxígeno y glucosa por minuto,
y pasó la frontera del gañido,
hasta que concretó el planeta
de su dolor en una lágrima.
6
Quiénes, cuándo,
siguiendo a sus músculos faciales
como a cometas, sorprendiéndose
a sí mismos en el vuelo del gesto,
enmarcaron el gozo en los labios.
7
Dicen que, acaso, por manifestar
sumisión o suscitar piedad,
—perdona a este indefenso
animalillo—, pero siempre
una violencia en el origen.
En cualquier caso quién, en qué eslabón
arcaico de la cadena, para aliviar
la amígdala cerebral,
después llamada alma, quién
tiró del hilo y se arrancó una lágrima.
8
No quedó fósil perlífero
que diera testimonio,
el suelo las bebió, se evaporaban.
Efímeras,
no podían cuajar
en la memoria de la piedra.
9
Ayúdame tú, latín
de las gentes muertas.
Sabes tú si fue el Homo naledi,
si antes el heidelbergensis
o incluso los neander que, piadosamente,
enterraban a sus muertos, pintaban
en perdidas claves geométricas
y se ornaban el cuerpo,
quiénes, latín,
o todos su poco.
10
Nacida en lo recóndito que guarda
los neveros, en la cumbre,
un calor la libera del hechizo invernal.
Se condensa, comienza su descenso
adaptada a los surcos de una tierra
reseca y dolorida,
hasta que la detiene una vegetación
que no medra con ella:
tumbado,
miro al techo,
siento la lágrima
rodando por mi cara en su caricia.
11
Tarde aprendí y descubrí muy tarde
este oficio del llanto,
tandas de 10 minutos porque agota,
doliente humanidad que incluso en esto
es inconstante.
En cuanto a mí,
tarde lo supe y aprendí muy tarde
el don del llanto, pero tan bien que hoy
me veo sólo en algunos decires:
hoy vengo de mis ojos
muy fuertemente llorando.
12
Patria, la de los músculos
bajo la piel, su esfuerzo y su labor.
Patria, la de la piel,
las glándulas y humores que contiene.
Patria, el linaje amado
de los ignotos casi monos y hombres
casi, dubitativos y esforzados todos,
que en nosotros concluyen tanta ingrata
sofisticación:
mecánica e historia de los gestos
que, inexorable y caudal,
nos lleva hacia la muerte.