Los parques interiores de Marisa Martínez Pérsico

En un acto cargado de sensibilidad y lucidez crítica, Rafael Morales Barba presentó el más reciente libro de la poeta Marisa Martínez Pérsico, Los parques interiores, en la Casa de América de Madrid. Con palabras cercanas y a la vez rigurosas, el autor trazó un recorrido por la voz poética de esta autora argentina-española, destacando la madurez emocional y estilística de una obra que dialoga con la memoria, el deseo y el transtierro.

Farol, por Aldo Vásquez

Rafael Morales Barba
Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO: LOS PARQUES INTERIORES

Buenas tardes y muchas gracias por acercaros un lunes a La Casa de América para escuchar poesía que así puede llamarse. Y además en boca de la autora. Muchas gracias igualmente a la Casa de América pues de nuevo nos acoge y hace posible que esta poeta, argentina y española, profesora actualmente en la Universidad de Údine, pueda presentar aquí Los parques interiores. Sitio más apropiado parece imposible para una escritora hispanoamericana. No les defraudará, ni lo hizo con el jurado del premio.


Es una de esas gratas veces en que no hubo discusión, porque estaba claro que aquel libro sobresalía del agua como los icebergs de su tierra en la Patagonia. Pretender acercarme a la trayectoria de Marisa Martínez Pérsico en solo tres o cuatro páginas, hasta este último libro, donde las aguas se apaciguan en parte, pero pertenecen al mismo río en su vitalismo reflexivo y actitud crítica, es imposible, si bien daré algunas pinceladas. Fundamentalmente hablaré de este libro, pero sin obviar su trayectoria como poeta, pues la tiene, y es coherente y sólida. Los parques interiores no han surgido de la nada, sino de esta aventura del vivir con plenitud y de saber volcar esa vida con pausa en el poema. Les ocurre así a sus libros. Se han ido elaborando paulatinamente, como los buenos vinos, a los que ahora añade este gran reserva, donde aquilata muchos sabores transitados antes, muchas aventuras emocionales, intelectuales, atentas a la propia circunstancia personal y sus pulsiones. En efecto, la poesía de Marisa Martínez Pérsico se inscribe en la aventura del vivir, de mirar a los lados y hacia los otros, tanto como al yo, sin ensimismamiento, porque no olvidemos, con M.L. Roshental que la poesía es en alguna de sus perspectivas confesión, según escribió en aquel célebre artículo de 1959.

 

El libro fue premiado, y por unanimidad, con el cuadragésimo octavo premio Rafael Morales de poesía y que años antes, ya muchos, había ganado otro trashumante, chileno en su caso, Roberto Bolaño. Y buen conocedor de esa precariedad funámbula de vivir en varios sitios a la vez, pero siempre fuera del oikos, del amparo de los tuyos. Y como él, con él, Marisa Martínez Pérsico está siempre obligándose a habitar con el poema los huecos y vacíos que la circunstancia trae consigo, a poblar o repoblar ausencias, o cuanto es lo mismo, escribir el transterramiento. Y si esa circunstancia concurre, también se hace presente la reivindicación de su identidad argentina y española, y refleja sin cargar la mano, a lo largo de una obra que empieza a sumar títulos.


Las críticas anteriores destacaron su buen hacer, así que los augurios eran, sin duda, buenos. Lo ratifican los saludos de Hugo Mugica, en el prólogo al libro y su acercamiento a esa poética donde se equilibran posesión y desposesión, cotidianidad crítica y deseo, o cotidianidad contemporánea como venero del canto, atenta, pregonaba Jules Laforgue. Cotidianidad nada provincial, no estamos ante fábulas provinciales en el sentido de costumbrista, ni sus estaciones, por parafrasear a Luis Mateo Díaz, sino de quien emplea un saber decir claro con un gran angular de asuntos, ajustados a un sabio decir y disponer el artificio para construir la naturalidad, la moderna naturalidad de un realismo complejo y atento, desde un mundo de analogías entre el sentimiento y sus circunstancias vividas y vívidas
Los parques interiores se suman a una trayectoria compuesta en su madurez por cuatro libros: La única puerta era la tuya (2015), El cielo entre paréntesis (2017), Finlandia (2021) y Principios y continuaciones (2021). Lejos van quedando otros: Las voces de las hojas (1988), Poética ambulante (2003) y Los pliegos obtusos (2004). Y aunque ahora va decantando asuntos, la autora permanece fiel a sus imanes: la memoria y la ausencia, la crudeza de la existencia, la infancia, el amor y el deseo, la mirada a los lados, y si quieren, la piedad y el horror, junto a una mirada específica de la mujer (la maternidad), pero donde
también caben los desahuciados. Y, sin duda, el éxodo, el transterramiento y cuanto conlleva emocionalmente, siempre sin lacrimosidad, pues prima la vivencia y la reflexión,
melancólica a veces, pero que adquiere presencia sutilmente. Una gran multitud de facetas
se apoyan en el amparo de una poética pos-realista y pensativa, compleja y elaborada, con la cortesía de la inteligibilidad. También una poesía crítica y “social” en ocasiones, comprometida, pero elaborada desde esa dicción clara pero no simple, y, tal y como hemos
dicho, con el recurso de la analogía con situaciones o ejemplos. Y junto a todo ello lo epigramático y la máxima, como broche de poema, y fórmula intensiva. A veces simples
aforemas, breves poemas de uno o dos versos, no aforismos, pues esos no necesitan tanto la potencia de la expresión, sino de la idea, frente a estos, donde brillan simultáneamente
ambos campos. Brillantes aforemas trae Marisa Martínez Pérsico en la doble vertiente de
aforismo y poema, exentos o bien corolarios de un poema largo, para resolver ecuaciones
líricas y conciliar lo expuesto previamente. Y muy presentes en este momento de la poesía
española de hoy, sobre todo en su fórmula exenta.
 

Marisa Martínez Pérsico participa de dos tradiciones, la argentina de origen y la pos-
realista española de los 80/90 española y sobre la que existe un artículo en CELEHIS, el
espléndido grupo de investigación de Mar del Plata, que dirigió brillantemente Laura
Scarano. No vamos a entrar en ellas, sino cuánto hemos venido perfilando someramente. En cualquier caso, y ya en Los parques interiores, que son como las violetas del célebre poema de Luis Cernuda, ofrendas que nada prometen que después traicionen. Serán parques donde se domestica y se torna inteligible un mundo, el exterior hecho parque, domesticado en el poema, no jardín, hecho puro verso donde se digiere o analiza la vida, en última instancia. Y con esa verosimilitud de refugio y diario íntimo. De ahí esos parques interiores, íntimos y transitados por una multiplicidad de asuntos, y sutiles “Paraísos” cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos, de los que habló Soto de Rojas en el barroco.
 

Los parques interiores. En efecto el título tiene una gran importancia y es un aviso para navegantes, pues a veces miente, según avisó Michael de Montaigne, el primero en desvincular la univocidad entre los títulos y el tema, ya que no abrazan siempre el asunto
anunciado. Aquí, sin embargo, nos proporciona pistas, tal y como Genette en Umbrales
ratificó en cuanto a ese valor funcional en la identificación de la singularidad del libro, su
descripción, donde entra lo metafórico y lo connotativo, pero también, se resalta esa
necesidad de asimilar o/y digerir la realidad en el yo, expresarlo, domesticarlo, con honradez y mucha verosimilitud. No voy a entrar en ello ni el peligro de la sobreinterpretación. Y algo dijo Umberto Eco al respecto, y sus peligros. Vuelve a mi memoria cómo Joan Maragal  reflexionaba por 1905, ya hace más de un siglo al respecto de la vinculación obra-título, en el Diario de Barcelona en el artículo “La obra y el título”. Creía el poeta catalán que el artista cuando ya tiene la obra en su mano lo pondrá y si es realmente «sincero el nombre que dé a esta realidad, el título de la obra no esclavizará nada, porque será una mera indicación de lo que se formó en libertad antes que él naciera, y a la cual debe él su nacimiento».


Y así ocurre en esta poética mimética, sofisticada en su naturalidad o accesibilidad,
diferente al realismo de los 80/90, para contarse desde la madurez de la misma manera que
Rosa Berbel lo hace hoy desde la juventud (o la Erika Martínez de Chocar con algo, desde
el mismo momento de la vida que Marisa Martínez Pérsico) porque algo está cambiando en
la poesía en español escrita por mujeres. Esa verdad propia, suya y solo de ella, es su mérito literario, pues sabe contarla de forma menos desasosegada que en otros libros, más reflexiva en el seguir diciéndose poéticamente, con esa ficción verosímil que intenta protegerse del amor, y se cuestiona el ir hacia adelante o hacia atrás. Y textualmente implicada en el deseo, muy perceptible, pero sobre todo en una inquietud a él hilada: «cuando el amor regrese/dejaré de escribir». Exactamente mantuvo lo mismo Fernando Pessoa en el Libro del  desasosiego cuando expuso su resistencia a la escritura cuando se sentía, las muy pocas veces que así fue, acogido por el mundo para bien de la poesía y para su mal. La felicidad no necesitaba de la escritura, tanto como a Marisa Martínez Pérsico le ocurriría si el amor regresa. Se canta lo que se pierde, escribió Antonio Machado. Y de ese diálogo entre presencia, deseo y ausencia, surgen algunos de los mejores momentos del libro.

 

Con esa búsqueda de la identidad y sentido del viaje vital, su lenguaje se cita con la modernidad en sus términos repetidamente. Por ejemplo, en el explícito GPS de recuperar
emociones. O un querer reconocerse en su palabra y propia lengua, en las velares de su
Argentina natal, en el confeso “road movie interior”, pleno de humor en ocasiones («Kiss
fly») o sutil en los sucintos y reflexivos aforemas de «Entreacto», segunda parte de las tres
de las que consta el libro. O esa necesidad de diálogo con los ausentes, con esa perenne de los transterrados, según adelantamos. Se completa el libro con las «Historias fingidas» de la tercera sección, con ese amor de quien mira a los lados, de quién aún posee esa capacidad de escándalo, esos «poemas sin lilas» y donde «ha muerto un hombre a puntapiés», cuando la vida se interroga dramáticamente y su sentido. También en ella tienen cabida el ramillete de asuntos reiterados en sus libros centrales, como este, quizá el más decantado. En cualquier caso,su verso libre sabe saltar del drama al humor (hay uno muy divertido con un hincha de la Lascio, por ejemplo), pues con humor o sin él, siempre se incide en ese estar en el mundo con la pértiga de la funambulista, en el alambre de la inmediatez en la mirada, con esa filtrada frescura y desenvoltura en un saber decir tan directo como elaborado… con ese saber decir con que redacta algún precioso poema a su hija. Siempre con toda esa aventura de la vida, dijo Claudio Rodríguez, de su vitalismo sin impostura como venero y con el oficio de la estupenda poeta que es, pero eso ya lo habíamos dicho. 

 

Muchas gracias.

Madrid, Casa de América, mayo de 2023

 

Rafael Morales Barba

Rafael Morales Barba (1958) nació en Madrid. Es profesor de Filología Hispánica, en la Universidad Autónoma de Madrid desde 1988 en el Departamento de Filología Española. Es el Coordinador de los cursos de poesía española contemporánea, Poesía y Divergencia por donde han pasado algunos de los poetas más significativos de la poesía española contemporánea. Fue profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad St Lawrence (USA) durante dos años y conferenciante en varias universidades de Hispanoamérica y Europa. Además Ha publicado varios artículos de investigación en Congreso, revistas especializadas y coautor en El silencio y la escucha: la poesía de José …

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