La soledad del poema frente al espacio en blanco

Notas e indagaciones personales sobre Mario Montalbetti, poeta y lingüista peruano.

Ondulaciones en el desierto peruano de Inti Runa | Creative Commons

 

Descubrí la poesía de Mario Montalbetti (Callao, 1953) hace algún tiempo gracias a la intervención de F.R., mi amiga mexicana. Poeta peruano, ensayista, lingüista de formación, teorizador compulsivo. Los textos de Montalbetti parecen proponer en sí mismos una serie de ideas sobre la poesía. Pero más allá del discurso, estos operan como artefactos autónomos de pensamiento. Esa es una de las teorías del poema de Montalbetti: la inmanencia lingüística sobre el significado, sobre los giros y desvíos semánticos. El poeta puede hablar de cualquier cosa (moscas, semáforos, filósofos taoístas, etc) pero es lo que hace con el lenguaje —o para ponerlo en sus términos: lo que le hace al lenguaje— lo que interesa. 

 

*

 

“El desierto es mi pastor todo me falta” [1], leyó F.R. al otro lado de la videollamada y el enunciado se incrustó de golpe en mi cerebro. La unidad de la poesía sería entonces el verso, no el poema. Es el verso lo que recordamos, lo que nos queda dando vueltas en la cabeza. Esa es otra de las teorías del poema de Mario Montalbetti. 

Después del entusiasmo inicial y la sensación de haber descubierto una voz afín a mis intereses, me di a la tarea de buscar sus libros. Perteneciente a unas de las tradiciones poéticas más poderosas de latinoamérica (Vallejo, Cisneros, Hinostroza, Watanabe solo para mencionar algunos) su obra tiende hacia la construcción conceptual y lógica de una retórica. Tautología, silogismo, operaciones a medio camino entre el ensayo, el tratado lingüístico y el poema. La tendencia es hacia el poema largo, hacía textos que se sostienen a través de una estructura compleja de motivo y variación. Así el pensamiento del poema diverge, se examina a sí mismo y origina un nuevo punto de partida. El poema se mueve, diríamos, así como se mueven también la sintaxis, la prosodia, los huecos del lenguaje. Escritura axiomática y reflexiva, irónica.

 

*

 

Un momento, ¿alguien ha dicho huecos? Eso es lo que dice Montalbetti en Esto es el lenguaje [2]: “Esto es el lenguaje. No conduce a ninguna parte.”, y más adelante “Tal vez lo que hay en el centro es un hueco. Nadie lo ha visto”. ¿Acaso el autor se burla de nosotros? La respuesta no tiene importancia. El lenguaje no conduce a ninguna parte y en cambio nos presenta trampas, mecanismos que nos consuelan con cierto grado de significado

 

Yo te quiero no conduce a ninguna parte. 

Nunca te dejaré no conduce a ninguna parte. 

Pero alimentan, por unas horas 

[...] 

Las ratas comen significado. A veces los roen, a veces se los 

pasan enteros sin roer.

 

Doctor en lingüística por el MIT y discípulo de Chomsky, lector de Foucault, Lacan y compañía. Quizás eso explique muchas de sus obsesiones. Aún no sé si Montalbetti nos toma el pelo o si sus exabruptos tienen algún valor entre los especialistas. Quizás se trate de una especie de humor seco, en extremo sofísticado. Veamos por ejemplo Poema en homenaje al V Congreso Nacional de Filosofía del Lenguaje, Huampaní 26-28 de junio del 2010 [3]:

 

¿cuál es la diferencia entre una vaca y el lenguaje?

una vaca [...]

la vaca cruza el camino

sin rodeos

el lenguaje no puede hacer eso.

 

Eso es lo que hace Montalbetti. Desplazar los límites del poema y llevarlo a otro sitio. Problematizar los límites del lenguaje e incorporarlos al texto poético. Tensión y contradicción constantes, huecos y movimientos. Al fin y al cabo “Nadie dice todo. Nadie dice nada. / Lo deseable es decir poquísimo” [4]. El problema no es callar, sino reducir lo dicho a su estado más radical, significativo. Pensemos por un momento en la paradoja del ladrón: nos aproximamos al lenguaje utilizando el propio lenguaje, como un ladrón en busca de sí mismo. 

 

*

 

Contrario a las operaciones conceptuales de su obra reciente, sus textos de juventud se orientan en otra dirección. Se trata de un registro sentimental y al mismo tiempo mesurado, alejado del lloriqueo y de la cursilería. La experiencia referida es ordinaria y común a la especie, las quejas de un joven despechado no conmueven a nadie. Lo que singulariza al poema es el despliegue de ciertas estructuras formales, la construcción de una retórica fundamentada en sus propias posibilidades. Consideremos uno de sus poemas más conocidos, reproducido innumerable veces en internet e incluído en su primer libro de 1978 [5]:

 

Ya no te quiero, pequeña

ahora amo a los caballos.

 

Mañana amaré a las islas

y pasado será alguna ave.

 

(Tal vez en tres años

te vuelva a amar).

 

Y luego serán las vacas

pintas y luego serán

los minerales —tú sabes, el

cobre, el hierro, el—

y luego serán las ciudades

(alguna que otra jirafa)

y luego los puentes. [...]

 

Hay varias cosas que me interesan del fragmento anterior. Por un lado atendemos a la representación de uno de los tópicos más comunes de la poesía universal: el desamor, la pérdida, el canto del poeta a una mujer inalcanzable. El truco está en invertir las posiciones, en disfrazar el despecho con cierto grado de ironía e indiferencia. Entonces la mujer ya no es el sujeto anhelado sino más bien una víctima de las ocurrencias del poeta. Y todo eso ocurre en el plano del lenguaje, gracias a los mecanismos formales del poema. 

 

*

 

Veamos Dyana [6], otro texto de juventud incluído en La oscuridad solo dura una noche (recriminaciones marginales a los taóistas), la última sección de Perro negro:

 

                  sin contar a los patos,

el lago, el guante, el aroma

de la flor del ficus, sin

      contar a los gansos

blancos, la nube, el relámpago

ceniciento

(turba y muere)

[...] el sabio

 

medita fumando una noche su pipa

 

      sin contar a la noche,

la pipa, el sabio

 

medita

      sin contar que medita

 

Y más adelante, en el mismo poema, Montalbetti lleva el lenguaje al terreno del experimento rítmico y fonético, una demostración de fuerza y control verbal en donde el referente es lo que menos importa. ¿Qué más se puede esperar de un poeta cuya tradición remite a Trilce?. 

 

y nadie mis nubes nadie mis vientos

nadie mis perros negros quinientos

nadie mis ojos a quien contarle

nadie mis búhos a quien narrarle 

 

nadie mis mundos nadie [...]

 

Me gustan los poemas de juventud de Montalbetti y vuelvo a ellos con frecuencia. Hay en ellos cierta transparencia, cierta exhibición del artificio, como si el autor no fuera capaz —todavía— de ocultar los trazos y las costuras. O quizás se trate de una acción deliberada. Después de todo, los textos me parecen honestos y al mismo tiempo dueños de una conciencia concreta sobre el lenguaje.

 

*

 

Por otro lado, los poemas de Montalbetti poseen un aire pesimista y melancólico. Una forma crítica y desencantada de ver el mundo, alejado de los discursos prefabricados y las consignas. Quizás sea esa su dimensión política. El poeta es entonces un escéptico, un tipo que desconfía de las pasiones y los impulsos de las multitudes. Esto es lo que dice en Biografía [7]:

 

Nací hace más de cincuenta años y lejos.

Viví temprano la soledad del río. A este hecho

se refiere mi frase: «que todo sea en otro sitio».

Decliné una invitación y luego otra,

hasta que se cansaron de invitarme.

Pero viajé y desprecié los viajes.

En los acuarios engañé a los peces [...]

 

En este sentido me gusta pensar estos poemas como un espacio deliberado de resistencia. La frase anterior es un lugar común, me explico: los textos de Montalbetti parecen sugerir una especie de repliegue hacia sí mismos, hacia el interior de la experiencia y del lenguaje, en oposición a la homogeneización de la experiencia y a la estupidez de la especie. O bien, podría invertir los términos y hablar de un rechazo hacia el exterior. Veamos lo que escribe en Un explorador polar [8]:

 

Antes de dar una clase me aseguro:

no debe haber nada en el salón.

No pizarra, no mota, no textos;

no debe haber fórmulas ni leyes.

[...]

Cada tanto suspendo las clases

por viajes innecesarios. Luego reviso

mis notas y retomo el curso sin prestar

atención a lo que ocurre fuera

del salón vacío: gangrena.

 

*

 

Pero volvamos al tema de las teorías. En la segunda parte de Cabe la forma, Montalbetti desarrolla una serie de aproximaciones teóricas de acuerdo a distintas figuras del pensamiento y la cultura: Anne Carson, J. M. Arguedas, el matemático indio Srinivasa Ramanujan, el fotógrafo peruano Fernando la Rosa. 

En La teoría del poema de Juan Román Riquelme [9], por ejemplo, el espacio vacío y el movimiento vuelven a ser tópicos de indagación. “Es en la soledad que se juega el poema”, escribe Montalbetti, “pero no en la soledad de las palabras / sino en la soledad de los espacios”. El texto opera con los mecanismos típicos del autor: el ingenio, la variación, la deducción lógica, el planteamiento de ciertas premisas, la formulación de una poética particular. “El movimiento exige la soledad de espacio”, escribe. Espacio para las palabras y para el pensamiento. Espacio para que el poema pueda levantarse a pesar del laberinto del lenguaje. Sigue:

 

si vas por la autopista y hay un atolladero

entonces doblás, dice JRR

 

y vas por donde no hay congestión.

 

El símil es con el poema. Si estás escribiendo 

un poema

y ves que hay muchas palabras delante de ti,

te desviás y vas por donde hay pocas.

 

Hay quienes (a veces locos, a veces genios)

ven un atolladero 

y se meten por ahí, Messi, Góngora.

 

gente rara que aborrece la soledad 

del espacio.

[...]

 

*

 

Del mismo modo en La teoría del poema de Platón [10] dice:

 

Platón finge ser filósofo,

 

ser político, ser matemático,

ser educador de los jóvenes de la polis.

 

Y para fingir mejor se llena de gestos vulgares:

habla mal de los poetas,

los expulsa de la ciudad,

les exige saber geometría,

dice que mienten,

 

¡dice que mienten!

aquél que escribió

(Rep. 387d) que el lenguaje

del poema no difiere en nada

del lenguaje que no es del poema.

 

¿Platón finge ser filósofo? La ironía de Montalbetti no puede ser más ácida. No hay gesto más vulgar que hablar de lo que no se entiende, confundir los términos y proclamar verdades universales. Recordemos: “el lenguaje del poema no difiere en nada del lenguaje que no es del poema”. Eso hizo Platón, eso hacen también algunos poetas sin sentido del humor.  Pero ojo, no se trata de una defensa idealista y en abstracto de lo que entendemos por poesía. Montalbetti parece moverse mejor en el terreno de lo concreto. Es el poema lo que interesa, el poema como un objeto singular del lenguaje, con sus propios mecanismos de sentido. Sigamos:

 

Claro que los poetas mienten.

 

Eso no es novedad.

También mienten los médicos

y los obispos y las cocineras.

Lo que es novedad

es que los poetas mienten

Pero los poemas no.

 

Platón no tiene una teoría del poema.

Ningún poeta tiene una teoría del poema.

 

Esa es la teoría del poema de Platón. 

 

*

 

¿Por qué me interesan tanto estos textos?, ¿por lo que dicen?, ¿por cómo lo dicen? Quizás mi interés por Montalbetti se deba al descubrimiento de una forma distinta de leer. Por ejemplo: la desconfianza hacia la metaforización excesiva y el regreso a la literalidad. “Necesitamos un lenguaje que pueda abrir el poema y verlos en sus propios términos”, escribe en  Naufragio ante una laguna con patos [11], un poema-ensayo a modo de diálogo filosófico. A los formalismos teóricos se le opone la imaginación del autor. Montalbetti pone a conversar a Gorgias, el sofista, con Kaso, maestro de Ikkyu —un problemático monje zen y poeta notable— en torno a los versos de este último. Entonces arremete contra los “metafóricos”.

¿Los metafóricos? Si, hemos leído bien. Los metafóricos, esos “que piensan que la esencia del poema es la metáfora, es decir, que el poema habla de otra cosa de la que en efecto habla” [12]. Se trata entonces de una operación de desplazamiento, de mover el poema hacia otro sitio, hacia un referente externo y trascendente el cuál debemos desentrañar.  Esta metaforización excesiva tiene como efecto la banalización del poema, su reducción al grado de adivinanza.

Pero lejos de la conjetura y la especulación, Montalbetti basa sus afirmaciones en un procedimiento serio de argumentación teórica. Así lo expone en El más crudo invierno (notas a un poema de Blanca Varela)[13], un extenso ensayo publicado en formato libro por el FCE. Se trata de devolverle materialidad al poema, de reducir la “distancia entre la palabra y las cosas”. Así lo afirma Varela en una de sus entrevistas: contra el abuso de la imagen, volver a la “desvergüenza y la desnudez” [14].  

La lectura del poema no sería entonces la interpretación de una operación de canje (intercambiar a por b, como en la metáfora) sino la indagación de un sentido, de una dirección. Eso dice Montabetti, y para decirlo recurre a las afirmaciones de Badiou, Celan, Eduardo Milán, también a los ejemplos de Melville, Basho, Wallace Stevens, etc. Todo para organizar una relectura, un nuevo acercamiento alrededor de quince versos de Varela.

 

*

 

No sé cuánto tiempo me durará el entusiasmo por los poemas de Montalbetti. Quizás dentro de algunos meses mis inquietudes cambien. Lo importante es que por el momento he encontrado una voz que da salida a algunas de mis preocupaciones. Montalbetti me ha enseñado a leer de otra manera y de cierto modo ha desautomatizado (para usar un término de los formalistas rusos) mi relación con el poema. Qué más se puede esperar de la enorme tradición poética peruana.  

 

[1] Salmos de invierno, incluído en Fin desierto y otros poemas, Lima, Hueso Húmero, 1997.

[2] Esto es el lenguaje, incluído en Cabe la forma, Valencia, Pre-textos, 2021.

[3] Apolo Cupisnique, Lima, Paracaídas, 2012.

[4] Disculpe, ¿es aquí la tabaquería?, incluído en El lenguaje es un revólver para dos, Lima, Underwood, PUCP, 2008.

[5] Ya no te quiero, pequeña, incluído en Perro negro, 31 poemas, Lima, Paracaídas, edición electrónica, 2020.

[6] Ibid.

[7] Apolo Cupisnique, Lima, Paracaídas, 2012.

[8] Ibid.

[9] Cabe la forma, Valencia, Pre-textos, 2021.

[10] Ibid.

[11] Ibid.

[12] Ibid.

[13] El más crudo invierno (notas a un poema de Blanca Varela), Perú, FCE, primera edición digital 2017.

[14] Ibid.