Beatles en el trópico

Acerca de Lennon bajo el sol (México: Tusquets, 2017), novela del nicaragüense José Adiak Montoya.

Imagen de PIXNIO.
 

Es poco lo que conozco de la literatura nicaragüense de mi generación, pero ahora mismo recuerdo un libro que leí hace un año, más o menos: Lennon bajo el sol, de José Adiak Montoya.

Es una de esas novelas que no se leen para saber qué pasa al final —que de entrada es predecible para cualquiera que conozca la historia de Los Beatles y de John Lennon—, sino para ir deleitándose paulatinamente del ingenio de un narrador que, como a una estampilla postal, arranca al cuarteto de Liverpool de su paquete original para pegarlo en el sobre de una Nicaragua entre 1950 y pico y la muerte del Lennon en 1980, y donde Los Beatles que todos conocemos son Los Escarabajos, pero además, son nicaragüenses, viven en Nicaragua —de hecho, nunca salen de allí— y se llaman John, Paulo, Jorge y… olvidé el nombre que José Adiak le dio a Ringo.

Los Escarabajos son una especie de Panzers de la época. Su carrera musical se desarrolla en una Nicaragua que tiene como trasfondo a la dictadura somocista y varios episodios históricos que marcaron para siempre la historia del país (curiosamente, estos episodios, en la ficción y en la realidad, coincidieron con el inicio, auge, consagración y final de la banda). A pesar de que gran parte de la trama se centra en el cuarteto de músicos, Lennon bajo el sol no es la historia de Los Escarabajos con John Lennon, sino la historia de John dentro y fuera de Los Escarabajos.

Aunque yo diría, más bien, que se trata de la historia de Nicaragua con Los Escarabajos adentro. Algo así como un ruiseñor con un elefante en el estómago.

Paralelamente, Montoya ficcionaliza la historia de Mark David Chapman desde su nacimiento hasta el asesinato de Lennon en la playa de Pochomil, no en la entrada de un hotel de Nueva York. El narrador crea la psicología de un propenso asesino desde afuera, o sea, a través de varios sucesos que van formando su personalidad demente y compulsiva. El Chapman nicaragüense —no recuerdo si en la novela se llama Marcos o David— nace pobre en un lugar al norte de Nicaragua —Estelí, creo, tampoco recuerdo bien— y desde allí empieza a alimentar un fanatismo obsesivo por el beatle hasta ejecutar su crimen.

Lennon bajo el sol es ingeniosa y bien lograda desde su planificación. Seguramente se le podrán encontrar muchos defectos si se lee con esa intención y no con la curiosidad del espectador que fija su atención en el resultado de un experimento químico y no en la complejidad de sus componentes. Para Montoya no debió ser fácil colocar a la banda musical más famosa del mundo dentro de un país del trópico y hacerlo parecer creíble; me lo imagino jugando con las piezas de dos rompecabezas totalmente diferentes, acaso quebrándose la cabeza para hacerlas encajar a la fuerza, hasta por fin lograr un hipotético y fantasioso paisaje que, como una pintura surrealista, no requiere demasiada verosimilitud para parecer real.

La influencia que Sergio Ramírez ejerce en José Adiak queda visible a kilómetros de distancia, tanto en su forma narrativa como en la intención de ficcionalizar la realidad, alterando episodios históricos con un descaro sutil e inventando situaciones elocuentes para llenar los huecos que hay en todas las historias nacionales empezando por la de Nicaragua; no obstante, a diferencia de Ramírez, Montoya lleva el artificio un paso más allá al derribar los muros espaciotemporales que hacían impensable que John Lennon y Los Beatles fueran artistas nicaragüenses en Nicaragua; algo que curiosamente resulta cada vez más raro en la realidad, sobre todo tomando en cuenta las circunstancias de este último año en el país.

Lennon bajo el sol fue lo primero que leí de José Adiak Montoya y lo único hasta ahora. Había escuchado opiniones que ponían en duda la calidad literaria de su obra anterior a esta novela y talvez nunca lo hubiera leído si no veo su nombre en Tusquets Editores (un prejuicio a veces injusto sobre muchas editoriales independientes, pero ese es otro tema), sin embargo, esta novela demuestra que es un escritor al que habría que seguirle la huella y acaso sea un precursor de Ramírez, aunque ahora mismo sería demasiado ambicioso afirmarlo.

Más allá de su ingenioso experimento trópico-beatleniano, Montoya supo retratar algunos episodios devastadores de la historia reciente de Nicaragua y que consecuentemente dieron como resultado el país que existe hoy: un país muerto y pisoteado por otra dictadura. Un país muerto como los muertos que evoca con la propiedad de un narrador experimentado al final del capítulo del terremoto. O muerto como los muertos de las dictaduras modernas del siglo XXI.