Contra las nubes negras

Una muestra poética de Aldo Vásquez exclusiva para Álastor

A shadow in the horizon

EL TIEMPO QUE NOS DEVORA

 

El tiempo es un río que me arrebata

                          Jorge Luis Borges

 

Los años recorridos se han perdido

como la envoltura de un caramelo 

−a menudo amargo−

que recorre un parque una tarde de domingo

en medio de niños dispersos.

Fuimos niños una vez,

huidizos de nuestra propia sombra

y anhelantes por cada día que llegaba.

Corríamos desaforados como perros

lanzándonos sin miedo por el tobogán

no nos importaba el fin

una cama de plumas

o una manta de espinas 

porque extendidas estaban 

las manos de nuestras madres.

Vivir equivalía a correr, saltar e ignorar

el dolor de la caída.

 

La ciudad era un gato dormido

sus fauces amenazantes y encantadoras,

su pelaje traidor y hermoso

invitaba a las caricias de los jóvenes,

los hombres corrían

para abordar los buses

y las mujeres dormitaban apretujadas 

en medio del sudor y el chirrido de las máquinas.

 

Los años recorridos 

se han perdido de una sonrisa a otra

los he visto acumularse en la ropa

y a veces tomar forma en un papel,

que no siempre dice la verdad 

pero es lo único que queda.

 

He visto banderas cubrir muchachos

y muchachos cubrir las calles,

también sus nombres se acumularon

en los muros, la frialdad

es lo único que perdura.

 

Queda algo del fuego de las canciones

para abonar a las raíces de un árbol,

árbol que debiese abrigar pájaros,

pájaros que surcarán la tarde de los niños

cuando corran por el parque.

De las canciones queda la dulce resaca

enmarañada en fotos borrosas,

queda algo de la fogata:

rostros que se marcharon 

palabras que eran puente

bajo el que algunas noches esperamos,

una mano o una sombra luminosa.

Queda algo del vagabundeo juvenil

en la mirada del hombre uniformado.

 

De los años pasados conservamos

una sonrisa a medias,

una humillación necesaria,

de los años pasados 

hay un parque todavía

donde los niños se esparcen como hojas

donde las parejas observan a los niños 

lanzarse a los toboganes sin miedo a caer.

 

 

 

A TIENTAS

 

El amor es una puerta sin pomo 

carente de etiquetas o señales

por la que entramos de bruces. 

Las manos tantean en las sombras,

pero no hay interruptor

ni cerillas para encender cirios.

 

Las manos tantean en las sombras

y encuentran la húmeda sonrisa del deseo.

La carne se aferra al espíritu 

en su afán de perpetuarse

a través de los días y los ruidos de la ciudad

a través del hastío, el desasosiego y el cansancio.

La húmeda sonrisa del deseo

sobrevive en el silencio de los amantes

que se reconocen al tacto y la mirada.

 

Las manos tantean en las sombras, 

rasgan el lomo de los días

dejando vestigios de un arcaico ritual

que un hombre y una mujer 

están condenados a repetir

cada vez que la luz los hace huir

como dos animales heridos para lamerse entre sí.

 

 

 

HOMO HOMINI LUPUS

 

Ay hermanos, ese dios que yo creé era obra humana 

            y demencia humana, como todos los dioses.

                                                  Friedrich Nietzsche

 

El hombre del cetro dorado no solo orina sobre la paloma

también me pide que le ayude a construir una jaula,

en nombre de la redención ¿deberé vendar mis ojos?

en nombre de mi porvenir ¿deberé ignorar su mal?

 

El hombre del cetro dorado defeca sobre las alas

y me culpa por la inconsistencia de sus restos,

pero no soy culpable de su apetito,

tampoco inocente de envidia.

 

¿Acaso no deseo revelar la verdadera senda,

como él besar con labios babeantes 

la rosada carne de una virgen

mientras ordeno la caída de las guillotinas?

 

El hombre del cetro dorado no solo orina sobre la paloma

también quiere que yo le sostenga al hacerlo.

Me promete un asiento a su diestra

si redacto su voluntad en tablas de dalbergia.

 

Pero yo quiero desnudar mi alma de tinieblas ya

no quiero un manto púrpura 

ni una alfombra de lamentos bajo mis pies desnudos.

No quiero erigir monolitos de la esperanza

ni destruir colonias de hormigas.

 

Confieso ante ustedes hermanos

que yo también he imaginado un mundo

en el que las palomas puedan encallar en las playas

para que el mar las arrulle con su canción de cuna.

 

Un mundo donde el hombre del cetro dorado

no incendie nuestros corazones marchitos.

Pues la palabra y la carne

son espadas que dividen el mar por simple vanidad.

 

He acariciado un mundo donde el hombre del cetro dorado

no trace los caminos ni su lengua corte de un tajo

la mano que se alza como un girasol

cuando ve la luz a través de una gota de rocío.

 

 

 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

 

Vamos, amor, aún queda arena en el reloj

besos aguardan a que tu cuerpo se tienda

como un río que lleva su frescura aguas abajo.

Extendés tus manos como una pregunta

cuya respuesta no está hecha de palabras.

 

Saltemos, amor, nos han arrinconado con picas

hacia un foso lleno de serpientes.

No importa el suelo que se acaba bajo nuestros pies

tampoco el mundo que exhibe sus guillotinas.

 

No amor, son tan cortas las manecillas

y largo el deseo que envuelve los cuerpos.

El amor es un paraguas a merced de dentadas ráfagas.

Somos la voluntad del fuego hecha carne.

 

De las cenizas volveremos,

reencarnando una y otra vez en el séptimo día

andaremos nuevamente por gélidos pasillos 

mientras los días imponen sus trámites 

sobre una ciudad cada vez más vacía y decrépita.

 

 

 

LOS SOLDADOS ESTÁN MUERTOS

 

Es verdad, hay un cuerpo que te representa

una voz que anuncia tu cercanía

unos pies que siempre te han alejado

hacia un mar de parlanchinas voces muertas.

 

También es cierto que hay palabras

que definen nuestro lazo de sangre

pero todas ellas son raíces muertas

que engendran el amargo fruto del tiempo 

un rancio brebaje de la aceptación.

 

¿Es nuestro silencio la única respuesta a tantas preguntas?

Es oportuno aceptar su dominio sobre cualquier lamento,

el tiempo de las palabras es muy corto 

– la poesía será una salvedad –

el nuestro es aún más corto y lo hemos perdido

entre lo incierto y lo mordaz del pasado,

entre el vagabundeo de una falda a otra,

entre la ficción de las palabras y la realidad.

 

¿En qué lugar del mar de voces estás?

Sus olas devolvieron tu cuerpo,

reconocimos en las playas tu silueta,

tu voz y tus carcajadas,

pero un animal asustado pobló tu pecho

y se arrinconó en las esquinas de la casa abandonada

hasta corroer los soportes y echarla al suelo.

Entonces, corrimos río arriba 

mientras vos perseguías el canto de sirenas rollizas 

encalladas en la costa como el recuerdo de un desastre.

 

Los soldados están muertos, pero sus cuerpos vuelven

en forma de hombres miedosos 

como perros a la pirotecnia,

pero dóciles ante el fantasma del amo.

Los soldados están muertos, pero sus cuerpos vuelven

como fósiles de un tiempo de colosos de papel

y un cataclismo de fuego sin luz.

 

 

 

PRIMERO DE MAYO

 

La ciudad festeja una breve pausa

entregándose a la algarabía de los bares,

un día más que se va de las manos

una imagen turbia, una conversación inconclusa

con el asfalto y el humo de Managua.

 

Hemos quemado los uniformes 

que desfiguran nuestra sonrisa.

Festejamos nuestra fuga

vistiendo la túnica de los primeros padres

y como ellos, desobedeciendo las leyes

bajo la frescura de nuestros frutos.

 

Nuestras leyes no amputan 

las manos unidas que alzan semillas al viento,

no condenan el hurto de las flores 

que nacen en los labios,

ni condenan las bocas sedientas 

que sacian la sed furtivamente en los criques.

 

Nuestra ley es la de los cuerpos fundidos

su sola armonía, es capaz de torcer el hierro

su sola voluntad, hace brotar rosas de carne

su solo temblor, puede derribar los muros

su solo silencio, puede sumergir a la metrópolis. 

 

Nuestros cuerpos desnudos

son rocas que rompen los cristales de las tiendas, 

nuestros cuerpos desnudos son banderas

que se tienden bajo las sombras recónditas

y se humedecen con la cálida brisa de mayo.

 

 

 

CONTRA LAS NUBES NEGRAS

sólo puedo pedirte que me esperes

          al otro lado de la nube negra

                       Luis García Montero

 

Algunas mañanas traen una brisa de polvo,

se acumula en las fotos,

cubre los papeles firmados al fondo de las gavetas.

Algunas tardes me saben insípidas

aunque las risas viertan su sabor amarillo

sobre mis heridas.

Pero hay mañanas en las que puedo herir

al enjambre de nubes negras que acechan mi pena.

 

Hay mañanas en las que puedo evadir su zarpazo

y asestarles una estocada con un girasol.

Hay mañanas en las que me alzo sobre sus olas

y surfeo sobre las astillas del naufragio.

Hay mañanas en las que puedo arrojar mis manos

sobre la arena amarga de la playa.

Hay mañanas en las que le digo

al sujeto del espejo:

Al otro lado de las sombras

hay un enjambre de luciérnagas.

Aldo Vásquez

Nació en Nicaragua en 1992. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAN - Managua. Fue partícipe del taller de poesía del Centro Nicaragüense de Escritores en 2014, impartido por el poeta Anastasio Lovo y posteriormente (2015) del taller de poesía del Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias de su universidad, impartido por el poeta Víctor Ruiz. Con el poemario "Cadencias" obtuvo el premio nacional de poesía joven Leonel Rugama 2016, poemario que se publicó posteriormente bajo el nombre "Sobre olas turbulentas de tu sangre" (Álastor, 2019). Colabora como editor adjunto en la revista Álastor.

Más del autor

Retratos del desmoronamiento

Presentamos una muestra poética del poeta costarricense Gustavo Arroyo.

La edad del temblor

Muestra del último libro del poeta costarricense Juan Carlos Olivas. 

El ocaso en tiempo real

Un escritor guatemalteco ve la obra de un cineasta catalán que …