Las innovaciones en La Amortajada, obra de María Luisa Bombal.

Un análisis de las principales carácteristicas de La Amortajada de María Luisa Bombal. Una obra literaría exquicita que muchos críticos refieren como una influencia del clásico mexicano Pedro Páramo. Bombal es una de las primeras exponentes de la novela contemporánea latinoamericana, su técnica ha sido comparada con autores como Virginia Woolf y William Faulkner.

Crédito de la imagen: Victor Ruiz

La producción literaria de la chilena María Luisa Bombal (1910-1980) tuvo una importante influencia en su medio literario, aunque no siempre tan reconocida como se la merece. Bombal es una de las primeras exponentes de la novela contemporánea latinoamericana, su técnica ha sido comparada con autores como Virginia Woolf y William Faulkner.

Bombal perteneció a la narrativa de la llamada Generación de 1942, en la que la presencia de lo tradicional, junto al elemento social y lo innovadoramente creativo fueron características de esta generación. En sus obras, rechazó la novela como mera narración de los hechos, abandonó el relato testimonial (naturalista) y se acercó poéticamente con su lenguaje metafórico y simbólico a las motivaciones ocultas de la conciencia individual a través de las técnicas del monólogo interior y la introspección psicológica de los personajes.

Muñoz y Oelker (1993), en el Diccionario de movimientos y grupos literarios chilenos (p.88), incluyen una tabla con tres clasificaciones del desarrollo del criollismo en Chile. En la tabla, Gedomil Goic ubica a María Luisa Bombal dentro de la gestación (1935-1949) de la segunda generación superrealista-neorralista de 1942. De acuerdo a las características narrativas de la obra de Bombal, su estilo literario se inclina hacia el superrealismo que, entre sus principales características se encuentra la expresión de la realidad interna, incorporación del elemento mágico, irracionalidad de la estructura, nuevas técnicas y temáticas, interrelación de opuestos y cambio de actitud del lector, entre otros.

El superrealismo como concepto consistía en un descrédito de la realidad como algo exterior al ser humano. Planteaba que la realidad no es más que contenidos de conciencia que el hombre esboza sobre el mundo, lo cual determina la aparición de una nueva cultura temática “la existencia personal”. Esta generación de novelistas abre paso al famoso boom de la literatura hispanoamericana. Sin embargo, es un hecho innegable que el valor literario de las obras escritas por mujeres goza de muy escaso reconocimiento y las influencias que ejercieron en escritores posteriores han quedado casi olvidadas por la crítica. Pocos críticos literarios, compiladores y ensayistas se han dado a la tarea de analizar con profundidad las innovaciones de los aportes temáticos y formales de la obra literaria de Bombal.

De la producción de Bombal, La Amortajada (1938) se dice que no sólo es un antecedente de Pedro Páramo, novela del mexicano Juan Rulfo, publicada en 1955; sino que también tuvo cierta influencia en la construcción de personajes y procedimientos narrativos. Como explica en su ensayo Ana Miramontes, “Rulfo lector de Bombal”:

En ambas novelas, el ruido de la lluvia en la noche enmarca esa escena en que una mujer yace en su lecho percibiendo lo que la rodea desde una zona intermedia entre la vida y la muerte. Ana María ya ha muerto, y aunque Susana San Juan todavía no, de ella se habla como de “una mujer que no era de este mundo” (287). La luz de los cirios que velan a Ana María se convierten en la llama parpadeante de una lámpara que Susana San Juan vislumbra desde el lecho donde finalmente muere: “Y se volvió a hundir entre la sepultura de sus sábanas” (289). Luz que se percibe a medias, entrecerrando los ojos. 

Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco. Era como si quisiera mirar escondida detrás de sus largas pestañas. A la llama de los altos cirios... (Bombal 96).

Al través de sus párpados cerrados entrevé la llama de la luz (...) Entreabre los ojos. Mira (...) detrás de la lluvia de sus pestañas (Rulfo 270).

La Amortajada y La última niebla (1934) son consideradas por la crítica como obras que dan comienzo a la novela chilena contemporánea por sus innovaciones en el plano temático y formal, entre los cuales se mencionan: la incorporación del monólogo interior, atmósferas oníricas, ambigüedad en los espacios y tiempos narrativos, introspección psicológica de los personajes y un lenguaje metafórico y simbólico.

La novela narra la historia de Ana María, La Amortajada, personaje central de la obra. De inicio el espacio-tiempo se moverá con los recuerdos de Ana María: “Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos”. Este “entreabrirse de su mirada” es una ventana que le permite recordar su pasado cuando los demás personajes, uno a uno, se acercan a contemplarla en su lecho de muerte. La atmósfera fantástica que envuelve los tres primeros párrafos está cargada de un lenguaje metafórico y simbólico que se profundizará en todo el texto.

Desde el título, la obra tiene una marcada connotación simbólica, la mortaja, es el vestido con el que comúnmente se prepara a los muertos, puede significar llanto, dolor, pérdida; en el plano ideológico este significado se puede relacionar desde un punto de vista más que religioso, místico: “Ya ves, la muerte es también un acto de vida” (p.81). La misma autora decía acerca de la novela: “escribí la amortajada porque siempre me aterró la muerte, ahora yo no creo que la muerte sea algo definitivo, no, la muerte para mí, es un despegarse gradualmente de la vida”.

Antonio Garrido (1996), en el libro El texto narrativo (p.29), cita a A. García Berrio (1985, 257-263; 1989: 333-351) para explicar el relato literario y la noción de mundo posible: 

En cuanto construcción imaginaria el relato de ficción implica la creación de mundos, o no a la realidad efectiva, pero, en cualquier caso, mundos alternativos al mundo objetivo, sustentando en la realidad (interna o externa), y cuya existencia hace posible el texto.

La Amortajada, pertenece al modelo de mundo de lo ficcional no verosímil, donde la existencia de la historia es sólo posible en el ámbito mental. Es a través de este mundo como Ana María estando muerta, es capaz de recordar, de sentir y ver lo que está pasando a su alrededor: “Respetuosamente maravillados se inclinaban, sin saber que Ella los veía. Porque Ella veía, sentía.” Es aquí donde el elemento “mágico inverosímil” se hace presente en la obra. El tema de la obra es la muerte y el amor que se entretejen en el mundo mítico y el mundo real de los recuerdos de Ana María. De hecho, la protagonista está consciente de su muerte y la acepta una vez que ha transitado, a través de sus recuerdos, su vida; marcada por el amor, el desencanto, el sufrimiento, la pérdida, la desilusión, es decir; todas las pasiones humanas. 

“Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos”. (p.91).

La técnica del monólogo interior es uno de los principales recursos narrativos de la obra. Inicia casi de golpe una vez que el narrador introduce al personaje de Fernando cuando este se acerca a contemplar a Ana María, ya muerta. Es así como en ella se desencadena una serie de pensamientos y recuerdos muy íntimos, que evocan la niñez de ambos y el surgimiento de un amor caótico y casi cruel. A través del monólogo, el narrador pasa a un segundo plano sin interferir en el tejido narrativo, el espacio y el tiempo se alteran y se alternan en la narración. 

―Te recuerdo, te recuerdo adolescente. Recuerdo tu pupila clara, tu tez de rubio curtida por el sol de la hacienda, tu cuerpo entonces, afilado y nervioso…” ― (p.10).

Después…  Años después fue entre nosotros el gesto dulce y terrible cuya nostalgia suele encadenar para siempre. (p.15)

Otra de las características del monólogo interior que se distingue en la obra es la afluencia incontrolada del inconsciente, la emergencia desorganizada y confusa de imágenes y sensaciones, sentimientos e ideas. 

Recuerdo. Me sentía floja, sin deseos, el cuerpo y el espíritu indiferentes, como saciados de pasión y dolor. Suponiéndolo una tregua, me abandoné a ese inesperado sosiego. ¿No apretaría mañana con más inquina el tormento? Dejé de agitarme, de andar. Y aquella languidez, aquel sopor iban creciendo, envolviéndome solapadamente, día a día. (p.20)

 

La ambigüedad en los espacios y tiempos narrativos, es otro de los procedimientos narrativos con los cuales la autora construye la obra. La obra inicia con una representación del tiempo real (novelesco) que, mientras avanza, la analepsis ubica a los personajes en tiempos pasados: “Te recuerdo, te recuerdo adolescente” (p.10); para regresar al tiempo presente “Pero ahora, ahora que él está ahí, de pie, silencioso y conmovido…” (p.29) 

De igual manera, los espacios cambian mientras los recuerdos retroceden o avanzan en la narración. El fundo, el bosque, la naturaleza representan la libertad del personaje y predominan en sus recuerdos adolescentes, mientras que los espacios cerrados como el convento, la casa donde fue a vivir con su esposo Antonio son para ella una cárcel que no le permiten gozar de la vida y de la naturaleza en su vida adulta y casada. El ataúd es un espacio físico que lejos de incomodarla hace sentir a su cuerpo descansado: “¡Qué bien se amolda el cuerpo al ataúd! No la tienta el menor deseo de incorporarse”. ¡Ignoraba que pudiera haber estado tan cansada!” (p.82).

Finalmente, el último espacio donde Ana María tiene consciencia es cuando la depositan en la cripta familiar: “Y fue así como empezó a descender, fango abajo, por entre las raíces encrespadas de los árboles” (p.89). La narración adquiere una atmósfera onírica y fantástica cuando su cuerpo en un reposo definitivo se transforma y se funde con los elementos de la naturaleza y del cosmos: “Pero, nacidas de su cuerpo, sentía infinidad de raíces hundirse y esparcirse en la tierra como una pujante telaraña por la que subían temblando, hasta ella, la constante palpitación del universo” (p.91).

El lenguaje metafórico y simbólico es otro de los elementos del texto narrativo. La obra es en sí una gran metáfora de la muerte como signo de vida y transformación. La Amortajada recurre a un lenguaje poético que a través de imágenes se hilvana en el inconsciente de Ana María. 

“El verano declinaba. Tormentas jaspeadas de azulosos relámpagos solían estallar, de golpe, remendando los últimos sobresaltos de un fuego de artificio” (p.25).

“Sufro, sufro de ti como de una herida constantemente abierta” (p.75).

“El cielo, sin embargo, está cargado de astros; estrella que ella mira, como respondiendo a una llamada, corre veloz y cae” (.80).

“Hizo pie en el lecho de un antiguo mar y reposó allí largamente, entre pepitas de oro y caracolas milenarias” (p.90).

Las imágenes que construye recurriendo a elementos como el agua, el cielo, el fuego, la sangre, impregnan el texto de una fuerza sobrenatural y simbólica, todas estas imágenes son un vehículo que simbólicamente la van llevando del mundo de los vivos hacia el mundo de los muertos.

El agua, según el diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot, explica que este elemento se considera como el mantenedor de la vida que circula a través de la naturaleza en diferentes formas, las aguas son el principio y fin de todas las cosas de la tierra, el agua y el cielo están conectados; el agua se condensa en nubes y retorna a la tierra en forma de lluvia que fecunda todo. En el caso de la novela, el elemento se hace presente a través de la lluvia y el cielo. En las culturas antiguas se distinguía las “aguas superiores” de las “inferiores”. En la novela, el agua se presenta en ambas formas, veamos este párrafo que describe cómo la lluvia “fina” cae, se desliza sobre las cosas y penetra en la tierra, en ese círculo interminable.

“La lluvia, cae, fina, obstinada, tranquila. Y ella la escucha caer. Caer sobre los techos, caer hasta doblar los quitasoles de los pinos, y los anchos brazos de los cedros azules, caer. Caer hasta anegar los tréboles, y los borrar los senderos, caer”. (p.7,8).

Finalmente, Ana María, vuelve a ser una con la tierra empujada por el agua. Esta comunicación de las “aguas superiores e inferiores” a través de la lluvia por un lado representan las virtudes de Ana María (superiores) y la muerte, como aquello ya determinado.

“Una corriente la empuja, la empuja canal abajo por un trópico (…). La naturaleza entera aspira, se nutre aquí de agua, nada más que de agua. Y la corriente la empuja, siempre lentamente… (p.80).

Otro elemento místico es la representación del fuego, según Heráclito el fuego es un “agente de transformación”, todas las cosas nacen del fuego y regresan a él. En estas dos referencias, el fuego es representado por una llama perenne que ilumina la transformación lenta (llama que se consume despacio) del cuerpo de Ana María.

“A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, para observar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no había logrado empañar”. 

“En los altos candelabros la llama de los velones se abisma trémula en un coágulo de cera” (p.9).

Por último, otro de los elementos que llaman la atención, por la fuerza en que se representa, es la sangre; en el plano connotativo la sangre puede interpretarse como vitalidad y fuerza.

“(…), mi corazón empezó a latir, a latir; a aspirar e impeler violentamente la sangre contra las paredes de mi cuerpo”. (p.25).

En contraposición, también representa la pérdida y el dolor, asociado al aborto de Ana María.

“Zoila vino a recogerme al pie de la escalera. El resto de la noche se lo pasó enjugando, muda y llorosa, el rio de sangre en que se disgregaba esa carne tuya mezclada a la mía…” (p.29).

Estos recursos literarios aportan a la estructura interna de la obra y a sus procedimientos narrativos. Es así como los siguientes paralelismos sintácticos-semánticos representan la fuerza sobrenatural que empuja y envuelve a Ana María hacia el “otro mundo”. Esta voz la alienta y la convida a irse al “más allá”.

― “Vamos, vamos”. ― “¿Adónde?”. ― “Más allá”. (p.31, p.37, p.39, p.78).

El agotarse o el fin de la vida se manifiesta a través del tiempo: “El día quema horas, minutos, segundos” (p.32, p.39, p.59); frase que se repetirá una y otra vez, después que esa voz sobrenatural la invita a irse.

Sin duda alguna, La Amortajada, es una obra adelantada a su época. María Luisa Bombal, es una precursora del realismo mágico que influyó en las obras de García Márquez, Isabel Allende, Juan Rulfo que entre las técnicas narrativas que utilizaron se encuentra el monólogo interior, el lenguaje metafórico y simbólico, así como la ambigüedad en los espacios y tiempos, sin dejar de mencionar la presencia de atmósferas oníricas y mágicas.

En esta obra aflora la conciencia interna del personaje, sus más íntimos sentimientos, sin dejar de mencionar la condición de la mujer durante esa época. Ana María representa la fuerza y la vitalidad (la sangre), la búsqueda de la libertad y su propio espacio en un hermético y sometido a la voluntad de los personajes masculinos. Esta introspección psicológica del personaje, quizás fue incomprendida y adelantada para su época. Si buscamos en ensayos sobre literatura Hispanoamérica nos daremos cuenta que su nombre no es mencionado ni reconocido como una de las grandes precursoras del boom latinoamericano. 

Keri González (2011) en su ensayo “Memorias entrecruzadas: La amortajada y Pedro Páramo”; explica que María Luisa Bombal aportó una novedosa forma de reinterpretar la realidad de su tiempo, fue pionera en el uso de la forma y técnicas narrativas que llegaron a romper con las modalidades tradicionales heredadas del positivismo literario. Y continúa, citando a José Promis: “ningún estudio sobre nuestra literatura debería ignorar la importancia que este texto [La amortajada] tiene como síntoma de los cambios que en la técnica y visión de mundo experimenta la narrativa latinoamericana durante las décadas de los años 20 y 30” (Diccionario enciclopédico de las letras de América Latina; 1955, p.222).

Otra de las referencias sobre María Luisa Bombal y La Amortajada, nos la da Bellini (1997) en La Nueva historia de la Literatura Hispanoamericana:

María Luisa Bombal lleva a cabo una minuciosa indagación del subconsciente, prestando atención, sobre todo, a la condición femenina. La última niebla (1934) y La amortajada (1938) son sus dos novelas más importantes, a las que se suman otras narraciones. En la primera de las obras mencionadas se funden sueño y realidad en una trama que pone de relieve la radical frustración de la mujer. Esta temática domina también, con mayor resonancia, en La amortajada, libro del que surge una atmósfera de vivo misterio debido a la inquietante presencia de la muerte, tema que esta escritora siente particularmente. Ella misma escribe: «Lo misterioso para mí es un mundo en el que me es grato entrar, aunque sólo sea con el pensamiento y la imaginación.» Y agrega·. «Yo creo que el mundo olvida hasta qué punto vivimos apoyados en lo desconocido. Hemos organizado una existencia lógica sobre un pozo de misterios. Hemos admitido desentendemos de lo primordial de la vida que es la muerte.»

La escritura de María Luisa Bombal se impone por su inmediato poder de sugestión; su novela atrae al lector por lo que tiene de nuevo, de misterioso, sobre todo por su apertura hacia la psicología femenina en lo que ésta tiene de más recóndito e inapresable, por una mezcla de erotismo vivido o evocado, en un clima de realidad continuamente socavada o, incluso, exaltada por el recuerdo y el sueño (p. 504-505).

Otra referencia a la obra de Bombal nos la ofrece, Oviedo (2001) en historia de la literatura Hispanoamericana:

La obra de la Bomba representa una reacción contra las formas más convencionales del realismo, que le permitió adelantarse a las tendencias que ocurrirían a partir del medio siglo. Sus rasgos dominantes son el lirismo y el intimismo de su visión, así como el tratamiento artístico del tiempo y el espacio narrativos, delicadamente sometidos a las percepciones y vivencias que los personajes tienen del orden cósmico; la naturaleza, no 'el' paisaje, es el habitual antagonista del drama humano, sobre todo femenino. Todo está interiorizado, relativizado por los misteriosos movimientos del alma humana (p.540).

En La amortajada tenemos la vida de una mujer contada desde la perspectiva de su reciente deceso; en verdad, es el cadáver el que habla y reflexiona desde su lecho de muerte. Las primeras líneas de la novela son: «Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos». Esa vida testimonia un mundo de relaciones afectivas con varios hombres y cuya perspectiva es la de una mujer dominada por su propia soledad y silencio. La textura de la obra narrativa de la autora es muy sugestiva y la crítica reciente ha empezado a hallar, bajo la superficie, alusiones a la situación de dependencia en que la sociedad colocaba a la mujer, lo que le otorga una nueva actualidad (p.541)”.

Es así como las innovaciones en el plano temático y formal presentes en la obra La Amortajada, representan para la literatura Hispanoamericana un cambio significativo en los procedimientos narrativos de la época y que, posteriormente serían retomados en obras posteriores. Personajes que muertos, aparecen con sus recuerdos a dignificar la vida de los vivos, este mundo inverosímil desde donde Ana María nos lleva a explorar su mundo interno, sus pensamientos y la psicología de los otros personajes que marcan su vida, es un claro elemento precursor de lo que hoy conocemos y llamamos realismo mágico, ciertos críticos afirman que Cien Años de Soledad y Pedro Páramo no existirían con la fuerza de ese mundo mágico increíble pero a la vez verosímil, sin la escritura de Bombal.

La obra literaria de María Luisa Bombal, no fue prolífica, sin embargo, la calidad de sus novelas y cuentos, merecen que la crítica literaria reivindique sus aportes y la influencia hacia la construcción de la nueva literatura latinoamericana. 

Lista de referencias

Bellini G. (3ra edición) (1997). Nueva historia de la literatura hispanoamericana. Madrid, España. Editorial Castalia, S.A.

Cirlot J.E. (novena edición) (1992). Diccionario de símbolos. Barcelona, España. Editorial Labor, S.A.

Domínguez J.J. (primera reimpresión) (1996). El texto narrativo. Madrid, España. Editorial Síntesis, S.A.

González K. (Vol.3, Número 137) (2011). Cuadernos Americanos. México. Editores Universidad Nacional Autónoma de México.

Miramontes A. (2004). Rulfo lector de Bombal. Revista Iberoamericana Vol. LXX (Número 207) 491-520. Recuperado de: https://revistaberoamericana.pitt.edu

Muñoz G.L./Oelker L.D. (Primera edición) (1993). Diccionario de Movimientos y grupos literarios chilenos. Concepción, Chile: Ediciones Universidad de Concepción.

Oviedo J.M. (2001). Historia de la literatura hispanoamericana 3. Postmodernismo, Vanguarda, Regionalismo. Madrid, España. Alianza Editorial S.A.

 

Blanca García Monge

Ocotal, Nueva Segovia-1980. Lic. en Desarrollo Social. Cuentos y minificciones incluidos en: Nosotras también contamos (ANIDE-2013), Esta palabra es nuestra (ANIDE-2014), 99 palabras de mujer (ANIDE-2015), 14 mujeres que cuentan (Narratio-2017); Mujeres que narran (Parafernalia ediciones digitales-2017), Tierra Breve (muestrario de minificción-2018), Once mujeres que cuentan erotismo (Narratio-2018). Polvareda Líquida (Poemario en formato artesanal-2013). Integrante de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE). Actualmente, cursa una Maestría en Filología Hispánica.

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